1925. Nunca conoció a su padre. Ella estaba en el vientre de la madre. Nació con otro padre pero seguía siendo reconocida como Sandalich, no como Martínez. Niña de muchos hermanos que, al fallecer su madre, nunca pudo ser adolescente. Porque rompieron con la promesa de criala y seguir junto a su hermano.
Con casi sin sus primeras letras dejó Salliqueló para buscar su propio destino en Buenos Aires trabajando para la casa de los dueños de Crespi. Conoció la ciudad, el estadio de River Plate. No sé si ella conoció a su Oscar en Salliqueló o en Buenos Aires.
Se casó a los quince y nunca más volvería a ser adolescente. Estaba todo dicho. A los 16 llegó Oscar hijo luego Angélica, Ofelia, Nilda, Alicia, Mabel, Norma, Jorge y Graciela.
Ella vivió con su esposo en Salliqueló, Soldati y finalmente González Catán. La vida siempre fue dura para ella criando a muchos hijos y volver a estar sola cuando Oscar falleció por el 68. Con los años llegaron los nietos, los bisnietos y también tataranietos.
Ella preparaba el más rico café con leche para los nietos, la mejor salsa para las pastas. Tenía una linda sonrisa. Siempre se arreglaba para vernos y le gustaba vestirse muy bien para las fiestas familiares. En el 84 el corazón ya no le respondía como antes. La sal dejó de ser parte de su mesa y su vida.
El corazón dijo basta un 15 de febrero del 2005.
Se fue creyendo que había muchas Marías pero ella solo tuvo más simpatía con Luján y la Rosa Mística.
Se fue dejando sin comer a aquellas mascotas que no podía tener por su edad y salud.
Se fue dejando a los nietos que tanto la querían y miraban telenovelas junto a ella.
Se fue a ver al abuelo.
Se alejó regalándome su sonrisa de casi 30 años de compañía.
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