Cuando decidí cambiar el faro, decidí también cambiar mi mundo. Al estar en otro faro, tenía otras maneras de ver las cosas por las cuales me estaba dando cuenta que algo que estaba haciendo estaba mal empleadas para mi vida cotidiana. Con el tiempo tuve que cambiar actitudes que no me servían. Tenía que ser firme y que no me afectara emocionalmente.
Tener otra mirada me ha ayudado mucho y poder superar algunos miedos que eran más que yo.
Al estar libre de una tarea rutinaria que me impedía ser yo misma era un gran paso ¿pero que pasa cuando uno no puede salir de su propio mundo? ¿qué es lo que lo impide? No encuentro la respuesta.
Mi afán me ha jugado en contra y tengo miedo de no volver a levantarme.
Este día tuvo muchas caras: la de firmeza ante las negativas circunstancias afectivas, la de mantenernerme al margen de lo que se diga en mi entorno, pero no pude superar todavía la falta de autoconfianza.
En este día no iba a ganar nada con un desquite verbal; lo más coherente era no demostrar mi tristeza y mi furia. Porque no valía la pena. Tenía que seguir mi camino con muchas cosas para hacer y no sé por qué carajos todavía me cuesta mucho seguir. ¿Por qué cuando tengo las metas fijas como nunca las tuve en mi vida haya algo que me impida cumplirlas?
El atajo no es cambiar de faro sino cambiar mi mundo y no es tarea para nada fácil. Como ustedes sabrán, el gran miedo es ceder y terminar en la boca del lobo.
Hablando de lobo, ahora entiendo el porqué del cuento de Caperucita Roja que tuvo que ser adaptado con el correr de los años y no se haya tomado en la versión original. Quedan muchas caperucitas perdidas como yo donde aún no han encontrado su camino.
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